Cuentos de Viuda Negra II

Sobre deseos que se guardan en la cajita de los ídem, o se concretan en una forma no tradicional.

CRÓNICA DE UNA NOCHE ANUNCIADA

Era un día especial. Presurosa se vistió para enfrentar la gran urbe. No permitiría que nada ni nadie se interpusiera entre ella y el boletero. Ni siquiera ese viejo insulso, que no se dio cuenta (seguramente no quiso demostrarlo) cuál era el motivo que tenía para pedirle las cuatro localidades.

-- Cuatro para Chic...?
-- Cuatro para Sabina.

Salió cuidando mucho la carterita. No pasaría por el malestar de perder o deber entregar su preciado premio. Aunque no sería una mala idea decir a los cuatro vientos que se las habían robado, e ir ella sola al recital durante cuatro días seguidos. Pero no, ese no era su estilo, quizás a veces le gustaría cambiar un poco.

Preparada y empolvada para salir esa noche, un viento con aroma a varios años la sacudió. La hizo sentir nuevamente como lo haría hacía tiempo atrás. Hasta pudo lograr no recordar ese pesado equipaje que la acompaña día y noche.

Se reunió con las tres diosas y formaron el cuarteto. El Olimpo mismo transitaba por las calles de Buenos Aires. Ese mismo Buenos Aires tan melódico, tan gris, tan lleno de café al cognac para ellas y de ginebra para él, de humos conocidos y añorados.

Los ocho ojos, los de las cuatro, brillaban más y más a medida que las luces de la sala disminuían su fulgor. Allí comenzaron a cobrar vida sus oídos, a justificar su existencia.

Fue todo un gran romance. Aunque falta aclarar un detalle, el agente masculino jamás se enteró.

Cuando él les dijo que la pasión por definición no podía durar, cómo iban ellas a saber que el show estaba por terminar?...

Así fue como las cuatro diosas volvieron a sus guaridas en los arrabales, embriagadas por tanto carraspeo ginebroso y tanto Parisienes degustado. Tal vez esa noche, en medio de conjuros, coincidieron sabiamente, una vez más, en que tenían todo para ser felices.